Hace poco surgió una discusión en clase. ¿Cuál es el sentido real del matrimonio? ¿Es simplemente un contrato social en el que la pareja tiene realmente poco que ver? ¿Fue creado para proteger a una mujer que se encontraba indefensa en un mundo machista?
Nuestra cultura occidental nos ha enseñado a ver al matrimonio como algo sagrado que se hace por amor. Antiguamente parecía que el matrimonio era el inicio del "Felices por siempre". E incluso cuando el amor se acababa, cuando el hombre comenzaba a buscar a otras mujeres, la mujer podía contentarse pensando "Yo soy la señora de la 'Casa', la madre de sus hijos".
Pero hoy, debido al cambio de rol en la mujer, aquella vana ilusión parece también desaparecer. La mujer ya no parece que tenga tanta necesidad de defensa, o en todo caso, la defensa ya no es para ella que su marido siempre se quede con ella y se haga cargo de sus hijos, sino más bien parece que lo que la mujer quiere es deshacerse lo más rápido posible del patán con el que hace unos meses se casó ciegamente enamorada. ¿A poco no son bonitos los divorcios exprés?
Las estadísticas nos dicen que el 60 % de las parejas (al menos en la ciudad de México) se divorcian antes de cumplir el año de matrimonio. El matrimonio ha perdido el sentido de "hasta que la muerte los separe". Y por una parte parece bien, porque todo mundo comete errores, ¿no? ¿Y es justo que por un error tengas que atarte toda tu vida a una persona a la que ni siquiera conoces bien y que resulta insoportable?
Pero entonces ¿cuál es el sentido del matrimonio? Si ya no es para pasar toda tu vida al lado de una persona... ¿entonces para qué? ¿Por qué nos seguimos casando para separarnos a los pocos meses?
Si vemos las parejas actuales, parece ser que la tendencia es formar una pareja porque se siente bien. El deseo sexual es lo que nos impulsa, y por eso mismo ahora parecen tan de moda los frees. ¿Para qué ir más allá del momento de pasión? Si la misma ciencia nos dice que el enamoramiento es finito, ¿para qué complicarnos la vida? Mejor disfrutamos de ese momento y luego busquemos a alguien más que nos provoque esas sensaciones, ¿no?
Pero nos olvidamos de lo que hay más allá del enamoramiento. La ciencia ha dicho mucho de él, pero no ha dicho gran cosa sobre el amor, al igual que no ha dicho mucho sobre la voluntad. Desde la psicología humanista, el amor verdadero, el que viene después del amor pasional o enamoramiento, es voluntad.
¿Estamos dispuestos a amar al otro? ¿O simplemente nos dejamos llevar por el impulso?
A mí parecer ese es el verdadero sentido del matrimonio. Porque con el matrimonio te estás comprometiendo a amar al otro. A respetarlo, a apoyarlo, a compartir tu vida con él.
Habrá quien diga "¿Pero cómo voy a amarlo? ¡Es insoportable! ¡Es totalmente diferente a cuando éramos novios!".
Nadie cambia de la noche a la mañana. Esas características siempre han estado ahí, pero muchas veces con el enamoramiento nos volvemos ciegos. Y lo que es peor, somos ciegos voluntarios. Minimizamos los defectos de la otra persona y no nos ponemos a pensar en como ello podría funcionar en casa. Nos fijamos en detalles insignificantes y no en las verdaderas cualidades de la persona.
Habrá quienes no estén de acuerdo con esto. Hay quienes pueden decir "Yo sí lo conocí". Creo que muchas veces en ese caso pasa justo lo contrario. Después del matrimonio comienzan a fijarse en detalles insignificantes: que si no tapa la pasta, que no le baja la tapa al baño, que toma del envase. Son costumbres molestas, sin duda, pero no me parece que sean realmente insoportables. Y además, siempre queremos que el otro cambie, ¿pero qué estamos dispuestos a dar a cambio? ¿Solo el otro necesita cambiar? ¿No hay absolutamente nada de nosotros que le moleste al otro? Después de todo, que yo sepa vivir en sociedad (sea pareja, comunidad, grupo) siempre implica diálogo y negociación. No podemos pretender imponernos solo porque sí con nuestro cónyuge.
Otro punto en contra: "¡Es que ya no es el mismo!". ¡OBVIAMENTE YA NO ES EL MISMO!". Las personas vamos cambiando con el tiempo y con las circunstancias. Es imposible actuar exactamente igual que cuando se eran novios. Sin embargo, se pueden tener otras actitudes que nos "reenamoren". Pero ¿cuántos de nosotros estamos también haciendo algo por seguir enamorando al otro, aunque no sea lo mismo que se hace cuando se es novio? Ese es uno de los principales problemas, y me parece que no solo de matrimonio sino en general de las parejas: NOS LA PASAMOS ESPERANDO QUE EL OTRO NOS DÉ TODO, Y NO ESTAMOS DISPUESTOS A DAR ALGO DE NOSOTROS.
¿Estamos dispuestos a comprometernos? ¿O preferimos vivir la vida solos, o en todo caso cambiando de pareja continuamente? Creo que es decisión de cada quien, pero si se prefiere comprometerse, se debe pensar seriamente antes de hacerlo, y no tomárselo como un juego como parece que está sucediendo actualmente.
Pero entonces ¿el matrimonio no perdería sentido? Si cada quien va a tomar su decisión, ¿no sería mejor que las parejas se unieran simplemente cuando quieran y sin que nadie intervenga? Hay quien piensa que es así, pero en mi opinión el matrimonio sigue siendo necesario. Tienen razón, es un contrato social, pero finalmente vivimos en sociedad. ¿Es más fácil mantener una promesa que te haces a ti mismo sin que nadie se entere o una promesa que haces ante otros? ¿Cuál rompes primero?
Ese es el punto del matrimonio. Es un compromiso contigo mismo, con tu pareja y la sociedad. Tres puntos de apoyo, y si lo tuviéramos consciente, sé que tal vez habría muchos menos matrimonios, pero también muchos menos divorcios.
La base del matrimonio solo puede ser la comunicación. Solo hablando con el otro sabremos qué es lo que buscamos como pareja: ¿Un simple momento de placer, unos cuantos años juntos o compartir toda una vida?
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