miércoles, 23 de marzo de 2011

Igualdad

Tema delicado de tratar, sobre todo porque se puede prestar a mal interpretaciones. Intentaré ser lo más claro posible para que no se malentienda.


Hace poco oí a alguien decir que si se respetara la idea de "todos los seres humanos son iguales" no habría necesidad de adjetivos como homosexual. Finalmente no tendría caso decir que soy homosexual, porque supuestamente todos somos iguales.


Gran mentira a mi parecer. ¡Los seres humanos no somos iguales! ¡Somos individuos únicos e irrepetibles! Claro que esta idea podría prestarse a interpretaciones racistas, pero no hay que olvidar que solo somos diferentes, no mejores ni peores. El ser moreno no me hace peor que ser blanco, el ser homosexual no me hace valer menos que un heterosexual. El punto es que sí hay diferencias, pero no marcan la calidad de personas que seamos.


Es por eso que yo estoy en contra del concepto de "igualdad", pero también en contra del racismo. En el racismo se considera que una sola característica determina a la persona por completo. Y la igualdad (al menos manejada como aquella persona a la que oí) parece negar nuestras cualidades personales.


Hay que luchar por la igualdad en ciertos sentidos, pero no en todos. Aquí me gustaría citar a George Orwell, quien en su libro 1984 dice:


Aún cuando fuera un hecho que los hombres no eran iguales en sus capacidades innatas  y que las funciones que desempeñaran habían de especializarse (...) ya no resultaban inevitables las diferencias de clase ni riquezas.


Yo preferiría el uso del término equidad. Creo que eso es lo que necesita nuestra sociedad, más que una igualdad absoluta.


El problema real con las etiquetas u adjetivos son la connotación que les damos. El ejemplo claro se dio hace algunos años, cuando el presidente de México dijo un comentario en donde resaltó la palabra negro. Inmediatamente el mundo entero dijo que eso era racista. Pero a mí parecer el decir que alguien es negro solo tiene que ver con su color de piel, no con otras características de la persona. Es cierto que el contexto se prestaba a otras interpretaciones, pero frecuentemente negro se asocia a un insulto. Yo nunca he oído a nadie que se sienta ofendido porque le digan blanco, y yo podría usarlo como sinónimo de engreído.


No hay que desechar nuestros adjetivos por completo. Dicen que el lenguaje es la base del pensamiento. ¿Cómo podríamos ser conscientes de nuestra individualidad si no hay forma de nombrar aquellas características que nos hacen únicos?


Finalmente, ¿a qué ligamos nuestras características personales? ¿Pensamos que éstas están unidas a otras características positivas o negativas? ¿O pensamos que en nosotros existen características negativas y positivas por igual, pero que no tienen que presentarse necesariamente en otra persona solo porque comparte una sola de nuestras características?

lunes, 21 de marzo de 2011

El príncipe azul: ¿Verdad o ilusión?

Mucho he escuchado acerca de éste tema. Sin embargo, la mayor parte de las personas que conozco y a las que he oído (heterosexuales u homosexuales) coinciden en una cosa: los príncipes azules no existe. No negaré que cada vez que escucho esto comienzo a dudar, a creer que realmente no existe el príncipe azul. Sin embargo, yo soy un romántico idealista a tope, que la mayor parte del tiempo cree que en algún lugar del planeta le espera alguien. No obstante, también soy un hombre de razón, y mis dudas ocasionales me han puesto a pensar en cuál es el verdadero problema. Y creo estar en lo correcto al pensar que la mayoría de personas a las que oído decirme que el príncipe azul no existe se caracterizan por ser desconfiadas. En muchos casos son personas a las que les cuesta creer en los demás, personas que piensan en lo malo antes de pensar en lo bueno que puede pasar.

¿Cuál es el problema en confiar en los demás? Mucha gente asegura que no puedes confiar en los demás sin más, o al menos eso me han dicho a mí. La mayoría de la gente que me rodea me considera en extremo confiado e ingenuo. Pero ¿está mal creer en los demás? ¿Cómo esperas que ellos confíen en ti, si tú no confías en ellos? Alguna vez leí que las personas se revisten de enojo, y que la única manera de que te muestren su verdadera cara es mostrándote tú mismo.

No puedes esperar a que el otro dé el primer paso cuando puedes darlo tú. Ya una vez leí en algún blog a alguien que se quejaba de por qué nunca somos capaces de buscar a los demás. Aquella persona se preguntaba enfocándose sobre todo en los encuentros sexuales. ¿Por qué después de compartir la cama con alguien por una noche nos olvidamos completamente de él? ¿Por qué no podemos llamarlo para decirle que lo disfrutamos mucho, o al contrario, para decirle que realmente aquello no fue lo que esperábamos? ¿Por qué no intentar conocerse un poco más? Pero mientras yo leía aquello, me preguntaba: ¿Y por qué esperas que él otro te llame? ¿Por qué demonios no le llamas tú? ¿A qué le tienes miedo? ¿Al rechazo? Yo creía que aquel miedo era el primero que tenías que superar si decidías asumirte como gay.

Y finalmente la desconfianza provoca otra reacción: lastimo al otro antes que él me lastime a mí. Una actitud que parece muy común hoy en día, y no solo entre las parejas. Incluso entre compañeros es común hablar a las espaldas de los demás, y cuando te preguntan por qué lo haces sencillamente respondes que seguramente el otro también lo está haciendo. Y ahí es dónde yo me pregunto: ¿Cómo demonios puedes estar tan seguro?

Además de todo esto, creo que la mayoría de la gente tiene un concepto equivocado de lo qué es el príncipe azul. La mayoría piensa que el príncipe azul es un ser perfecto, lleno de virtudes y que nos puede dar todo lo que queramos. Cada vez que pienso en eso me río, porque creo que no puede existir semejante tontería. No existe el príncipe azul, porque no hay persona perfecta para el mundo entero. Lo que existe es “tu” príncipe azul, aquel individuo lleno de tantas virtudes como defectos, virtudes que te ayudarán a convertirte en mejor persona y defectos que para ti resulten tolerables.

Tal vez esto resulte algo confuso, pero dado que no hay ser humano perfecto no puedes creer que existe un príncipe azul perfecto lleno de virtudes. Sí, tendrá virtudes que para ti serán lo máximo, pero ese príncipe azul tiene que tener también defectos, pero siempre serán defectos que tú toleres y con los que puedas vivir, e incluso tal vez defectos que no sean defectos para ti. Por ejemplo: a lo mejor a alguien puede tolerar que su pareja se acueste con otro, habrá alguien más que no lo soporte ni en broma; alguien que puede aguantar a un tipo terco y testarudo, y otro más que no pueda hablar con alguien terco sin llegar a golpearlo; a alguien puede gustarle que su pareja sea serio y reservado, otro más preferirá a alguien alegre y parlanchín. Finalmente, tu príncipe azul será la persona que mejor te acomode. Sin embargo, sin importar que tantas virtudes y defectos tenga, siempre cumplirá dos requisitos: tú lo amarás a él, y él a ti.

Y para concluir, la que yo creo que es la principal razón por la cual no creemos en el príncipe azul: no nos creemos a nosotros mismos unos príncipes azules, un problema obviamente relacionado con nuestra autoestima. Para creer en el príncipe azul, debemos creer primeramente que nosotros lo somos, que somos unos seres humanos llenos de virtudes y defectos que se mejoran día con día, capaces de amar a alguien con toda la fuerza de nuestro corazón, y también capaces de hacer todo por ver a esa persona feliz. Después de todo, si no creemos en nosotros mismo es imposible que creamos en los demás. No creemos que los demás sean capaces de amarnos, porque nosotros mismos no nos amamos. Y eso sí es un problema, un problema mucho más grave que pensar que el otro nos puede lastimar. Después de todo, si nos amamos y creemos en nosotros mismos que el otro nos lastime quedará en segundo plano, porque lo único que conseguirá de nosotros es lástima, lástima porque sabremos que aquella persona no se ama a sí misma ni a los demás. En cambio nosotros lucharemos por recuperarnos, porque sabremos lo mucho que valemos, y también sabremos que en algún lugar del planeta hay alguien más que al igual que nosotros se ama a sí mismo y es capaz de amarnos.

Solo necesitamos confiar en nosotros mismos, y poco a poco aprenderemos a confiar en los demás.