martes, 5 de julio de 2011

Amor verdadero

¿Qué significan realmente esas dos palabras? ¿Son solamente una ilusión de la mente de alguien que no quiere sentirse solo en este mundo de gente distante? ¿Son solo la etiqueta que le hemos puesto a la secreción de quien sabe que sustancias en nuestro cerebro? ¿O es algo más?
Primero vamos a revisar la versión neuroquímica. Los científicos se la pasan diciendo que no deberíamos emocionarnos tanto con el amor, porque solo es el resultado de la secreción de dopamina y creo que serotoninas que nos provoca la sensación de bienestar. Es como si estuviéramos drogados. Y el conocimiento popular parece darle la razón a la ciencia, ¿no? Digo, tenemos el dicho de que el amor apendeja. Sin embargo, la ciencia médica parece olvidar por completo lo humano que hay dentro de nosotros. Ya lo había comentado en http://seamisai-writer.blogspot.com/2011/05/medicina-cuerpo-humano-o-ser-humano.html La ciencia médica se ha ocupado tanto de su progreso (sin duda invaluable) que se ha olvidado de aquello que no puede comprender. ¿Desde cuándo podemos tomar un eslabón cualquiera de la cadena y decir que es el inicio? Porque los médicos, neurobiólogos y demás especialistas deberían concientizarse que esa secreción no se da solo porque sí, si no que hay una razón de más atrás para que eso ocurra. ¿Qué pasaría si alguien les dice que el enamoramiento viene antes de esa secreción de neurotransmisores, y no al revés como ellos afirman? Porque eso es lo que yo creo. La ciencia médica se la vive diciendo que la depresión y el enamoramiento son causados por un desequilibrio en la producción de neurotransmisores, pero creo que todo mundo estamos conscientes que por ejemplo, en la depresión, suele haber algo que la origina, un acontecimiento que vivimos y no se da de la nada. Y en el enamoramiento está la prueba de que no nos enamoramos de cualquiera (aunque haya quienes parezcamos que sí y nos digan enamoradizos, ¬.¬).
Claro que ahora nos dicen que es por las feromonas. Pero aún quedaría otra pregunta, ¿por qué reaccionamos ante distintas feromonas todos nosotros? Sí, porque no a todos nos gustan las mismas personas. ¿Y que hay de los enamoramientos a distancia donde el olor no puede estar actuando?
Nótese que hasta el momento solo he hablado de enamoramiento, no de amor verdadero. Lo cierto es que la ciencia se ha enfocado solo en lo que hace el cerebro al momento del enamoramiento, pero no se plantea realmente que hay más allá del momento. Es por eso que actualmente vemos que todo mundo cree que el amor verdadero solo dura tres años como mucho, cuando lo que dura máximo tres años es el enamoramiento al que la ciencia le ha dedicado tanta investigación. Y la ciencia misma lo reconoce, ya que no hace mucho tiempo en Gaceta UNAM (R) se publicó un artículo donde una investigadora del campo reconocía que había algo más allá del enamoramiento que aún no se podía explicar.
Así que abandonemos las ciencias neurológicas. ¿Acaso es posible que la psicología nos haya dado las respuestas? Pues ya nos podemos ir decepcionando nuevamente, porque lo cierto es que la psicología ha rehuido bastante el asunto. Los psicólogos que han llegado a hablar del amor parecen hacerlo de una manera redundante y sin llegar a nada; o llegando a algo con lo que uno no se identifica. Por ejemplo, alguna vez oí que desde el psicoanálisis el amor era dar a otro lo que no posee, es decir, una especie de ilusión en la que ponemos al otro por encima de otro. Eso más suena como una obsesión, ¿no? En todo caso, parece que la psicología humanista se apega más a nuestra realidad humana, y equipara al amor con la voluntad. Entonces no es extraño que no se investigue al amor, porque ¿cuánta investigación conocemos acerca de la voluntad? Parece un tema de filósofos y poetas, ¿no? Y probablemente ellos son los únicos que se lo toman en serio.
Lo cierto es que mientras queramos reducir al amor al objeto amado, al sujeto amante o a la situación en la que se produce, no lograremos nada. Es muy probable que el amor se dé por toda un conjunto de causas y no se limite a una sola. Después de todo, el amor verdadero se construye poco a poco, al igual que la autoestima del niño. El amor verdadero implica conocimiento, es dar sin esperar nada a cambio (aunque también recibir sin que se pida). Es estar ahí siempre, en las buenas y en las malas. El amor verdadero nos ayuda a crecer como individuos, nunca nos hace olvidar nuestra individualidad.
Y más importante y muy sabido en la actualidad, pero al mismo tiempo ignorado: "El amor verdadero empieza por uno mismo". Nadie da lo que no tiene. No podemos esperar amar a nadie ni ser amados por nadie si no empezamos a hacer todo lo anterior por nosotros mismos. Pero hay que tener cuidado de no caer en el egoísmo, porque me parece que hay mucha gente que no le importa lastimar a los demás bajo la consigna de "Yo soy primero porque me amo". Eso no es amor, porque estamos olvidando nuestra condición de personas que compartimos con los demás miembros de la especie humana, lo cual indica falta de conocimiento.
Bueno, ya dije lo que creo que es el amor verdadero. Y cuando logramos dárnoslos a nosotros mismos, creo que estamos preparados para dárselo a los demás como pareja, amigos o lo que sea.

miércoles, 15 de junio de 2011

Sobre la marcha de las putas

"Mi cuerpo es mío. No es no".
Un movimiento con el que estoy de acuerdo, aunque no soy mujer. La mujer merece respeto, y el acoso sexual no se justifica de ninguna manera. Tal vez sea cierto que el cómo se viste una mujer puede influir, pero eso no exenta en ningún momento la responsabilidad del hombre. Como oí a una mujer decir en algún reportaje, las mujeres tienen el derecho a ir desnudas por la calle si así les place, y los hombres van a tener que respetarlas por muchas ganas que tengan de hacer otras cosas.
Pero en mi experiencia puedo decir que no solo las mujeres son las víctimas de acoso, y tampoco son siempre los hombres quienes lo realizan. Será que por eso simpatizo bastante con este movimiento. Sí, se siente horrible cuando se te acerca alguien con quien tú no quieres tener ningún contacto. La primera vez me tocó que me acosara una mujer, algo ligero por decirlo de alguna manera, ya que solo se me empezó a acercar demasiado y yo no tuve más que moverme de lugar. La segunda vez fue un hombre, y bueno, esa experiencia fue más traumática, porque hubo un contacto más directo. Y me pregunto, ¿cuántos hombres habrán vivido experiencias similares? Ya sé que en el primer caso seguramente pensarán que ningún hombre dice que no, pero del segundo me parece que ya hubo quejas al respecto en el STC Metro, ¿no? No sé si me debe sentar bien o mal no encontrarme solo al respecto.
Sin embargo, a partir de lo anterior me parece que el movimiento tiene una fisura. ¡Tenemos que aprender a decir NO! Lamentablemente, he de reconocer que en ambas ocasiones no supe decir no. Hacerse a un lado puede llegar a interpretarse como un no, de acuerdo; pero en el segundo caso me quedé callado, y cuando me di cuenta que los demás comenzaron a verme preferí fingir que era algo consensuado a quedar como el estúpido y débil hombre que no puede defenderse. Y yo creo que son muchas las mujeres a las que cuando les sucede fingen que no está pasando nada en lugar de hablar claramente y decir: ¡No quiero! Y pues ese es un problema, porque por ende los demás creen que les está gustando y... bueno, ya se imaginarán. En lugar de detenerse ahí siguen.
Así, es necesario que los acosadores aprendan a respetar, pero también que las víctimas aprendamos a decir de manera clara NO. Porque desde la perspectiva del acosador, las indirectas pueden no significar nada, o significar incluso que le está gustando lo que le está haciendo.
Claro que eso se aplica principalmente a lugares públicos. Además, creo que la mayoría de la gente a la que se le exhibe diciéndole de frente "¿Puede dejar de hacer eso?"  prefiere hacerse chiquito y desaparecer. Además, pienso que es muy importante no perder del todo la amabilidad, porque luego pasa que el acoso en realidad no es acoso. Otra vez hablo desde mi experiencia, porque una vez me sentía mal mientras viajaba en el transporte público, y de repente sin saber cómo me recargué en una señora. La señora me pidió tranquilamente que si podía moverme tantito, y  yo lo hice, porque dije "ah, no hay pex". En cambio, si me hubiera dicho enojadamente algo como "¿Qué crees que haces degenerado?", yo le hubiera respondido aún más enojado que ni quien quisiera meterse con ella, como de hecho me pasó en otra ocasión en que una chica se encontraba inclinada, y yo por andar viendo para arriba no la vi hasta que le di un empujón por atrás.
Así que aprendamos a decir NO de manera asertiva, pues es mi cuerpo y yo tengo derecho a hacer con él lo que quiera y con quien yo quiera (siempre y cuando el otro también quiera :P). Ya si el degenerado quiere seguirle ahora sí se merece un grito, una bofetada y una patada en la entrepierna. Digo, nadie que no esté acosando le sigue, a menos que sea hora pico en la Ciudad de México. Pero yo creo que incluso así se busca la manera de que el contacto sea menos incómodo.

domingo, 22 de mayo de 2011

Medicina: ¿Cuerpo Humano o Ser Humano?

Durante mucho tiempo desestimé el apoyo que puede prestar la medicina alternativa. Para mí la mejor opción era la medicina alópata, cualquier otra cosa era simple superstición y podía acabar bastante mal si se insistía en seguir con eso. Conforme fui creciendo mis ideas cambiaron un poco, y empecé a creer que ciertos problemas (no explicados por la ciencia médica) podían deberse a desequilibrios energéticos en el cuerpo humano (esto a raíz de mi creencia en la magia). Sin embargo, seguía desestimando a la medicina alternativa, ya que en mi concepción eso solo era engañar al paciente como cuando se le dan placebos. En mi concepción, si se trata de un desequilibrio energético la única capaz de curarlo sería la  misma persona, y no la toma de cosas naturistas, limpias o la aplicación de agujas.
Actualmente debo confesar que aún no estoy muy seguro, pero gracias al profesor Gerardo Chaparro mi visión se ha abierto otro poco. Él trabaja desde una perspectiva holística, donde el cuerpo y la mente del ser humano más que ser dos entes que se relacionan son una sola cosa. Todos sabemos que durante años la ciencia médica ha manejado un enfoque exclusivamente biológico de la enfermedad, donde ésta es producida por organismos extraños al cuerpo o por el mal funcionamiento de uno de los órganos del cuerpo. Así, lo único que se debe hacer para curar el cuerpo es eliminar al cuerpo extraño o buscar la manera de poner a funcionar correctamente la parte dañada del cuerpo. Uno no se preocupa por lo que pasa en la parte psicológica del ser humano. Incluso esto resalta demasiado en la psiquiatría, donde todo problema se ve como ocasionado por fallas en el cerebro.
Desde la perspectiva holística se toma en cuenta que al estar relacionado todo en el ser humano, es probable que muchas de las enfermedades (si no es que todas) no se deban al mal funcionamiento de un solo órgano o tejido, sino que más bien debe estar relacionada con funcionamientos anormales de todo el organismo, considerando también las emociones por las que vive la persona.
¿Difícil de creer? Pues ha habido una buena investigación al respecto, donde se aprecia que las enfermedades más que darse se van construyendo con los modos de vivir y las emociones que experimentamos. Podemos negarlo, claro; pero eso solo sería mantener una actitud bastante medieval sobre la materia.

lunes, 11 de abril de 2011

¿Vale la pena el matrimonio?

Hace poco surgió una discusión en clase. ¿Cuál es el sentido real del matrimonio? ¿Es simplemente un contrato social en el que la pareja tiene realmente poco que ver? ¿Fue creado para proteger a una mujer que se encontraba indefensa en un mundo machista?
Nuestra cultura occidental nos ha enseñado a ver al matrimonio como algo sagrado que se hace por amor. Antiguamente parecía que el matrimonio era el inicio del "Felices por siempre". E incluso cuando el amor se acababa, cuando el hombre comenzaba a buscar a otras mujeres, la mujer podía contentarse pensando "Yo soy la señora de la 'Casa', la madre de sus hijos".
Pero hoy, debido al cambio de rol en la mujer, aquella vana ilusión parece también desaparecer. La mujer ya no parece que tenga tanta necesidad de defensa, o en todo caso, la defensa ya no es para ella que su marido siempre se quede con ella y se haga cargo de sus hijos, sino más bien parece que lo que la mujer quiere es deshacerse lo más rápido posible del patán con el que hace unos meses se casó ciegamente enamorada. ¿A poco no son bonitos los divorcios exprés?
Las estadísticas nos dicen que el 60 % de las parejas (al menos en la ciudad de México) se divorcian antes de cumplir el año de matrimonio. El matrimonio ha perdido el sentido de "hasta que la muerte los separe". Y por una parte parece bien, porque todo mundo comete errores, ¿no? ¿Y es justo que por un error tengas que atarte toda tu vida a una persona a la que ni siquiera conoces bien y que resulta insoportable?
Pero entonces ¿cuál es el sentido del matrimonio? Si ya no es para pasar toda tu vida al lado de una persona... ¿entonces para qué? ¿Por qué nos seguimos casando para separarnos a los pocos meses?
Si vemos las parejas actuales, parece ser que la tendencia es formar una pareja porque se siente bien. El deseo sexual es lo que nos impulsa, y por eso mismo ahora parecen tan de moda los frees. ¿Para qué ir más allá del momento de pasión? Si la misma ciencia nos dice que el enamoramiento es finito, ¿para qué complicarnos la vida? Mejor disfrutamos de ese momento y luego busquemos a alguien más que nos provoque esas sensaciones, ¿no?
Pero nos olvidamos de lo que hay más allá del enamoramiento. La ciencia ha dicho mucho de él, pero no ha dicho gran cosa sobre el amor, al igual que no ha dicho mucho sobre la voluntad. Desde la psicología humanista, el amor verdadero, el que viene después del amor pasional o enamoramiento, es voluntad.
¿Estamos dispuestos a amar al otro? ¿O simplemente nos dejamos llevar por el impulso?
A mí parecer ese es el verdadero sentido del matrimonio. Porque con el matrimonio te estás comprometiendo a amar al otro. A respetarlo, a apoyarlo, a compartir tu vida con él.
Habrá quien diga "¿Pero cómo voy a amarlo? ¡Es insoportable! ¡Es totalmente diferente a cuando éramos novios!".
Nadie cambia de la noche a la mañana. Esas características siempre han estado ahí, pero muchas veces con el enamoramiento nos volvemos ciegos. Y lo que es peor, somos ciegos voluntarios. Minimizamos los defectos de la otra persona y no nos ponemos a pensar en como ello podría funcionar en casa. Nos fijamos en detalles insignificantes y no en las verdaderas cualidades de la persona.
Habrá quienes no estén de acuerdo con esto. Hay quienes pueden decir "Yo sí lo conocí". Creo que muchas veces en ese caso pasa justo lo contrario. Después del matrimonio comienzan a fijarse en detalles insignificantes: que si no tapa la pasta, que no le baja la tapa al baño, que toma del envase. Son costumbres molestas, sin duda, pero no me parece que sean realmente insoportables. Y además, siempre queremos que el otro cambie, ¿pero qué estamos dispuestos a dar a cambio? ¿Solo el otro necesita cambiar? ¿No hay absolutamente nada de nosotros que le moleste al otro? Después de todo, que yo sepa vivir en sociedad (sea pareja, comunidad, grupo) siempre implica diálogo y negociación. No podemos pretender imponernos solo porque sí con nuestro cónyuge.
Otro punto en contra: "¡Es que ya no es el mismo!". ¡OBVIAMENTE YA NO ES EL MISMO!". Las personas vamos cambiando con el tiempo y con las circunstancias. Es imposible actuar exactamente igual que cuando se eran novios. Sin embargo, se pueden tener otras actitudes que nos "reenamoren". Pero ¿cuántos de nosotros estamos también haciendo algo por seguir enamorando al otro, aunque no sea lo mismo que se hace cuando se es novio? Ese es uno de los principales problemas, y me parece que no solo de matrimonio sino en general de las parejas: NOS LA PASAMOS ESPERANDO QUE EL OTRO NOS DÉ TODO, Y NO ESTAMOS DISPUESTOS A DAR ALGO DE NOSOTROS.
¿Estamos dispuestos a comprometernos? ¿O preferimos vivir la vida solos, o en todo caso cambiando de pareja continuamente? Creo que es decisión de cada quien, pero si se prefiere comprometerse, se debe pensar seriamente antes de hacerlo, y no tomárselo como un juego como parece que está sucediendo actualmente.
Pero entonces ¿el matrimonio no perdería sentido? Si cada quien va a tomar su decisión, ¿no sería mejor que las parejas se unieran simplemente cuando quieran y sin que nadie intervenga? Hay quien piensa que es así, pero en mi opinión el matrimonio sigue siendo necesario. Tienen razón, es un contrato social, pero finalmente vivimos en sociedad. ¿Es más fácil mantener una promesa que te haces a ti mismo sin que nadie se entere o una promesa que haces ante otros? ¿Cuál rompes primero?
Ese es el punto del matrimonio. Es un compromiso contigo mismo, con tu pareja y la sociedad. Tres puntos de apoyo, y si lo tuviéramos consciente, sé que tal vez habría muchos menos matrimonios, pero también muchos menos divorcios.
La base del matrimonio solo puede ser la comunicación. Solo hablando con el otro sabremos qué es lo que buscamos como pareja: ¿Un simple momento de placer, unos cuantos años juntos o compartir toda una vida?

miércoles, 23 de marzo de 2011

Igualdad

Tema delicado de tratar, sobre todo porque se puede prestar a mal interpretaciones. Intentaré ser lo más claro posible para que no se malentienda.


Hace poco oí a alguien decir que si se respetara la idea de "todos los seres humanos son iguales" no habría necesidad de adjetivos como homosexual. Finalmente no tendría caso decir que soy homosexual, porque supuestamente todos somos iguales.


Gran mentira a mi parecer. ¡Los seres humanos no somos iguales! ¡Somos individuos únicos e irrepetibles! Claro que esta idea podría prestarse a interpretaciones racistas, pero no hay que olvidar que solo somos diferentes, no mejores ni peores. El ser moreno no me hace peor que ser blanco, el ser homosexual no me hace valer menos que un heterosexual. El punto es que sí hay diferencias, pero no marcan la calidad de personas que seamos.


Es por eso que yo estoy en contra del concepto de "igualdad", pero también en contra del racismo. En el racismo se considera que una sola característica determina a la persona por completo. Y la igualdad (al menos manejada como aquella persona a la que oí) parece negar nuestras cualidades personales.


Hay que luchar por la igualdad en ciertos sentidos, pero no en todos. Aquí me gustaría citar a George Orwell, quien en su libro 1984 dice:


Aún cuando fuera un hecho que los hombres no eran iguales en sus capacidades innatas  y que las funciones que desempeñaran habían de especializarse (...) ya no resultaban inevitables las diferencias de clase ni riquezas.


Yo preferiría el uso del término equidad. Creo que eso es lo que necesita nuestra sociedad, más que una igualdad absoluta.


El problema real con las etiquetas u adjetivos son la connotación que les damos. El ejemplo claro se dio hace algunos años, cuando el presidente de México dijo un comentario en donde resaltó la palabra negro. Inmediatamente el mundo entero dijo que eso era racista. Pero a mí parecer el decir que alguien es negro solo tiene que ver con su color de piel, no con otras características de la persona. Es cierto que el contexto se prestaba a otras interpretaciones, pero frecuentemente negro se asocia a un insulto. Yo nunca he oído a nadie que se sienta ofendido porque le digan blanco, y yo podría usarlo como sinónimo de engreído.


No hay que desechar nuestros adjetivos por completo. Dicen que el lenguaje es la base del pensamiento. ¿Cómo podríamos ser conscientes de nuestra individualidad si no hay forma de nombrar aquellas características que nos hacen únicos?


Finalmente, ¿a qué ligamos nuestras características personales? ¿Pensamos que éstas están unidas a otras características positivas o negativas? ¿O pensamos que en nosotros existen características negativas y positivas por igual, pero que no tienen que presentarse necesariamente en otra persona solo porque comparte una sola de nuestras características?

lunes, 21 de marzo de 2011

El príncipe azul: ¿Verdad o ilusión?

Mucho he escuchado acerca de éste tema. Sin embargo, la mayor parte de las personas que conozco y a las que he oído (heterosexuales u homosexuales) coinciden en una cosa: los príncipes azules no existe. No negaré que cada vez que escucho esto comienzo a dudar, a creer que realmente no existe el príncipe azul. Sin embargo, yo soy un romántico idealista a tope, que la mayor parte del tiempo cree que en algún lugar del planeta le espera alguien. No obstante, también soy un hombre de razón, y mis dudas ocasionales me han puesto a pensar en cuál es el verdadero problema. Y creo estar en lo correcto al pensar que la mayoría de personas a las que oído decirme que el príncipe azul no existe se caracterizan por ser desconfiadas. En muchos casos son personas a las que les cuesta creer en los demás, personas que piensan en lo malo antes de pensar en lo bueno que puede pasar.

¿Cuál es el problema en confiar en los demás? Mucha gente asegura que no puedes confiar en los demás sin más, o al menos eso me han dicho a mí. La mayoría de la gente que me rodea me considera en extremo confiado e ingenuo. Pero ¿está mal creer en los demás? ¿Cómo esperas que ellos confíen en ti, si tú no confías en ellos? Alguna vez leí que las personas se revisten de enojo, y que la única manera de que te muestren su verdadera cara es mostrándote tú mismo.

No puedes esperar a que el otro dé el primer paso cuando puedes darlo tú. Ya una vez leí en algún blog a alguien que se quejaba de por qué nunca somos capaces de buscar a los demás. Aquella persona se preguntaba enfocándose sobre todo en los encuentros sexuales. ¿Por qué después de compartir la cama con alguien por una noche nos olvidamos completamente de él? ¿Por qué no podemos llamarlo para decirle que lo disfrutamos mucho, o al contrario, para decirle que realmente aquello no fue lo que esperábamos? ¿Por qué no intentar conocerse un poco más? Pero mientras yo leía aquello, me preguntaba: ¿Y por qué esperas que él otro te llame? ¿Por qué demonios no le llamas tú? ¿A qué le tienes miedo? ¿Al rechazo? Yo creía que aquel miedo era el primero que tenías que superar si decidías asumirte como gay.

Y finalmente la desconfianza provoca otra reacción: lastimo al otro antes que él me lastime a mí. Una actitud que parece muy común hoy en día, y no solo entre las parejas. Incluso entre compañeros es común hablar a las espaldas de los demás, y cuando te preguntan por qué lo haces sencillamente respondes que seguramente el otro también lo está haciendo. Y ahí es dónde yo me pregunto: ¿Cómo demonios puedes estar tan seguro?

Además de todo esto, creo que la mayoría de la gente tiene un concepto equivocado de lo qué es el príncipe azul. La mayoría piensa que el príncipe azul es un ser perfecto, lleno de virtudes y que nos puede dar todo lo que queramos. Cada vez que pienso en eso me río, porque creo que no puede existir semejante tontería. No existe el príncipe azul, porque no hay persona perfecta para el mundo entero. Lo que existe es “tu” príncipe azul, aquel individuo lleno de tantas virtudes como defectos, virtudes que te ayudarán a convertirte en mejor persona y defectos que para ti resulten tolerables.

Tal vez esto resulte algo confuso, pero dado que no hay ser humano perfecto no puedes creer que existe un príncipe azul perfecto lleno de virtudes. Sí, tendrá virtudes que para ti serán lo máximo, pero ese príncipe azul tiene que tener también defectos, pero siempre serán defectos que tú toleres y con los que puedas vivir, e incluso tal vez defectos que no sean defectos para ti. Por ejemplo: a lo mejor a alguien puede tolerar que su pareja se acueste con otro, habrá alguien más que no lo soporte ni en broma; alguien que puede aguantar a un tipo terco y testarudo, y otro más que no pueda hablar con alguien terco sin llegar a golpearlo; a alguien puede gustarle que su pareja sea serio y reservado, otro más preferirá a alguien alegre y parlanchín. Finalmente, tu príncipe azul será la persona que mejor te acomode. Sin embargo, sin importar que tantas virtudes y defectos tenga, siempre cumplirá dos requisitos: tú lo amarás a él, y él a ti.

Y para concluir, la que yo creo que es la principal razón por la cual no creemos en el príncipe azul: no nos creemos a nosotros mismos unos príncipes azules, un problema obviamente relacionado con nuestra autoestima. Para creer en el príncipe azul, debemos creer primeramente que nosotros lo somos, que somos unos seres humanos llenos de virtudes y defectos que se mejoran día con día, capaces de amar a alguien con toda la fuerza de nuestro corazón, y también capaces de hacer todo por ver a esa persona feliz. Después de todo, si no creemos en nosotros mismo es imposible que creamos en los demás. No creemos que los demás sean capaces de amarnos, porque nosotros mismos no nos amamos. Y eso sí es un problema, un problema mucho más grave que pensar que el otro nos puede lastimar. Después de todo, si nos amamos y creemos en nosotros mismos que el otro nos lastime quedará en segundo plano, porque lo único que conseguirá de nosotros es lástima, lástima porque sabremos que aquella persona no se ama a sí misma ni a los demás. En cambio nosotros lucharemos por recuperarnos, porque sabremos lo mucho que valemos, y también sabremos que en algún lugar del planeta hay alguien más que al igual que nosotros se ama a sí mismo y es capaz de amarnos.

Solo necesitamos confiar en nosotros mismos, y poco a poco aprenderemos a confiar en los demás.